martes, 12 de marzo de 2013

Mi última escapada (Parte 3)

No hay más ciego que el que no quiere ver


Hoy terminaré de contar mi último viaje de 10 días por Europa. Ya sólo me queda la República Checa y Holanda. 

Día 31 de diciembre también conocido como Nochevieja: Tras haber descansado en un camping en la frontera entre Alemania y la Rep.Checa,  nos pusimos en marcha hacia Praga. Llegamos bastante pronto, y lo bueno es que el camping donde nos alojaríamos los próximos 3 días estaba justo en la ciudad y podíamos ir en tranvía hasta el centro. 

Nada más llegar a Praga, fuimos a visitar el barrio judío. Estaba lleno de esos puestecitos que me encantan :)


Después del barrio judío, seguimos dando una vuelta por la ciudad. Es muy bonita, pero más bonita es la parte de la Catedral a la que se llega fácilmente cruzando el famoso Puente Karluv (en la imagen), es el puente más viejo de Praga y ha sido escenario de muchas películas. 




Tras pasar el día paseando, por la noche aprovechamos el ambiente de la Nochevieja. Y, ¿queréis saber qué es lo que más me gustó de Praga? El Trdelník, jajajaja dulce típico que estoy deseando probar a hacer. ¡¡Qué bueno está!!


Después de un día tan duro, que hasta Leo nos pedía que lo subiésemos en brazos, decidimos irnos al camping y desde allí ver los fuegos artificiales y después, a dormir. 

Día 1 de enero de 2013. Comienza un año nuevo lleno de nuevas experiencias. No sabéis qué frío nos hizo! Este día vimos la parte antigua, más bonita. Y ahí tuvimos nuestra anécdota con el barro... jajajaja Subimos a una especie de mirador con la forma de Torre Eiffel desde donde se veía la ciudad. 


Tras pasar más frío que en cualquier sitio donde haya podido estar, nos fuimos al camping, ya despidiéndonos de Praga. 

Día 2 de enero. Aun estando en Praga, este día lo dedicamos a ver la República Checa. Visitamos Český Krumlov, pueblo Patrimonio de la Unesco, y el Campo de Concentración de Terezin. 

Este es Český Krumlov, la verdad es que es un pueblo precioso. Como una fortaleza que protege un pueblo rodeado por un foso. 


El Campo de Concentración de Terezin... es entrar allí y te dan escalofríos solo de pensar lo que han tenido que pasar los allí recluidos... Aquí tenéis una imagen de las celdas donde metían a cientos de personas.

 La cara de la siguiente foto dice: ¡¡Venga hazme la foto que está nevando y tengo frío!!

Después del Campo de Concentración nos fuimos de vuelta a Praga, con una sensación extraña en el cuerpo. 

Día 3. Día de vuelta a La Haya. Por el camino pasamos por un pueblo balneario, con un encanto peculiar y de estos típicos de las películas. En este pueblo podías encontrarte fuentes termales por la calle, y lo típico era comprar unas tazas estrechas y con una especie de pajita de cerámica incorporada para beber el agua que salía de las fuentes a 60º y con sabor a hierro... jajajaja. 


¿No parece de cuento? ^^

Tras pasar por el pueblo balneario, nos pusimos en marcha para llegar hasta La Haya. Yo no iba conduciendo, pero fue todo un palizón! Salir de la República Checa, cruzar Alemania hasta llegar a casa en La Haya. 

Día 4. Ya en La Haya, fue todo un gusto poder dormir en una cama, y estar bien a gusto en el sofá! Este día vimos Delf, donde me obligaron a sustituir mis botas semi-destrozadas por unas bambas (¡me las tuve que comprar!) bajo amenaza de no llevarme al aeropuerto jajajaja


 Tras estar en Delf nos fuimos a La Haya. Se nota el contraste entre en la misma ciudad, tan urbanita y tan coqueta. Ambas ciudades me encantan! Menos mal que allí puedo volver cuando quiera! 




Y aquí termina el viaje! Al día siguiente, el día 5, nos llevaron al aeropuerto para la vuelta a casa... Espero que os haya gustado mi resumen del viaje. Para mí... 
...Se acabó lo bueno! 

miércoles, 6 de marzo de 2013

La canción de nosotros



—¿Por qué se joden siempre las cosas? ¿En qué momento se joden para siempre?
-Mariano a Clara, La canción de nosotros

Os voy a poner un fragmento del libro que me estoy leyendo ahora. Lo empecé hace unos dos días, no es del estilo del que suelo leer, pero en un foro lo pintaban muy bien, así que me animé a empezarlo. De momento cuenta historias paralelas

El libro se titula La canción de nosotros, de Eduardo Galeano. Está escrita durante 1973 y 1974 y está dedicada a la ciudad de Montevideo. 

Mariano dice:
—Un buen día descubres con cuánta facilidad te pueden borrar. Te queman las cartas, los libros, las cosas tuyas. Te matan o te encierran o te obligan a irte. Un buen día te das la vuelta y descubres que ya no queda ninguna huella. Como si no hubieras existido nunca. Ahora, tengo nombre de otro.
El sol va enrollando las sombras y se las lleva. El lugar huele a madera húmeda y a café recién molido. Cuando llegue la noche, el olor a tabaco predominará.
—¿Por eso volviste? ¿Por eso me querías ver?
—Y vos, ¿no querías?
Él le mira el rostro, multiplicado por los espejos de los lambrises de madera. Parpadea y Clara está desnuda bajo el sobretodo de él, que le queda como una carpa, y lleva los zapatos de él, desabrochados, y camina por la casa, camina como Chaplin, y está bellísima.
Mariano sacude la cabeza:
—Hoy anduve toda la mañana buscando el café del griego. Pensé que se había mudado, que...
—Yo volví, algunas veces.
—¿Sola?
—¿Cómo?
—Pregunto si volviste sola.
Ella le pellizca el muslo y él pega un respingo.
—Claro que sola, bobo. Al mediodía, como antes. Volví aunque me daba miedo. Después, necesité ir y el café ya no estaba.
Clara vuelve el rostro. Arriba de los revestimientos de madera se retuercen unas molduras de yeso; más arriba hay un afiche de corridas de toros, descuajeringado y sucio de moscas. De golpe, Clara dice:
—No entiendo por qué volviste.
Y retira la mano. La mano de Mariano queda sola sobre la mesa, con la palma vuelta hacia arriba. Tiene la línea de la vida larga pero muy tajeada.
—No entiendo. Me habías dicho: “No nos vamos a ver más. Somos libres”. Yo me quedé muda mirándote la espalda y te perdiste en la esquina de la estación. ¿Qué esperabas? ¿Que corriera detrás tuya? ¿Que te llamara a gritos? ¿Para qué quería yo esa libertad que me regalabas? ¿Para qué la quería?

Mariano escuchaba los ecos de sus propios pasos y llevaba la cabeza vacía por dolorosa victoria de la voluntad, pero al llegar a la estación del ferrocarril se le metió por los oídos el estrépito de la máquina aproximándose y entonces supo que desde ahora le harían falta los navegantes misteriosos que tan a menudo se perdían, por puro gusto, en los desfiladeros de niebla de la memoria o la imaginación de esta muchacha. Trepó por los peldaños de fierro y supo que ella sería, desde ahora, una nuca entrevista en la muchedumbre o un perfil que se escapa, una voz adivinada entre otras voces. Que él se daría vuelta bruscamente y echaría a correr y tomaría a una mujer por el brazo: que se equivocaría siempre. Entró al vagón de pasajeros y se sentó en uno de los viejos asientos de paja de la época de los ingleses y supo que ella persistiría: escuchó el traqueteo de las ruedas sobre los rieles y supo que ella persistiría, persistirá: en verano, en los túneles de hojas, convertida en un sanantonio que te camina por el brazo, o en las noches de julio, llenando una silla vacía en la complicidad humosa de los cafés. Llegó a destino y se bajó, mareado, y seguía sabiendo que ella continuaría oliendo a sí misma en su memoria, deambulando desnuda por la región nochera de sus sueños: que ella sería, que será, una cicatriz que a veces hace cosquillas y a veces late y a veces arde y a veces duele. Y sintió la necesidad de volver y por lo menos decir: “Nunca, nada”. Por lo menos decir: “Como esto, nunca, nada”. Y no volvió.
—Clara.
—Sí.
—Yo.
Clara dibuja espirales de ceniza sobre la mesa de madera. A Mariano, la boca le niega saliva.
—Yo te extrañé mucho, ¿sabés? —dice Clara—. Y te odié mucho, o quise odiarte mucho, para que no me lastimaras. Quise verte cuando estabas preso, pero no había manera, y yo no tenía a quién preguntar. Y después... Después, me sentía como una bala perdida. Me despertaba llorando. No me gusta llorar. Cuando era chica, leía un libro para varones y había dos páginas que me hacían llorar. Cada vez que leía esas dos páginas, lloraba. Entonces las pegué, con goma. A mí no me gusta llorar.
Mariano se atraganta, carraspea, dice:
—Te mandé un mensaje. Dos. Un par de señales de humo. Te llamé.
—Mucho después —dice Clara.
—Sí.
—Mucho después y desde lejos.
—No me contestaste nunca —dice Mariano.
Clara se ríe, sin alegría. Enciende un cigarrillo. No le siente ningún gusto, aunque no está resfriada.
—Siempre decides todo por tu cuenta, ¿no? —dice.
Y dice:
—Yo sabía que iba a pasar el tiempo y nos íbamos a olvidar bastante o del todo.
Por un segundo, Mariano siente la tentación de contestar algo que sea brutal y definitivo, como para ayudar al jodido destino a cumplirse, pero se saca los anteojos, mordisquea la patilla y dice:
—No recurrí a vos. Renuncié a vos. Como en las novelas cursis del siglo pasado, ¿no? El enfermo sin salvación viene de ver al médico y dice a la mujer que quiere: ‘Ya no te quiero”.
Una arañita, minúscula, camina sobre la mesa; trepa a la mano de Clara, le tiende un puente de hilo entre los dedos. Clara busca los ojos de Mariano:
—Me habías dicho cosas horribles. Antes.
—No.
—Me habías acusado de necesitarte.
—No. No.
—Me habías dicho que...
Ella echa una bocanada, persigue una mosca con el humo.
—Tendrás mucho para contar —dice.
—Y vos.
—¿Yo? No mucho.
—Supongo que te habrán pasado cosas —dice, explora, pregunta Mariano—. En todo este tiempo...
—Me aguanté —contesta, elude, se encierra Clara—. No me morí en tu ausencia. Para mí era fácil, ¿no? ¿Te acordás? Me decías que yo tenía piel de tela impermeable y que todo me resbalaba y... Yo me quedé aquí. Me quedé. Un país en demolición. Esperando. Que se me cayera encima y me aplastara.
Clara escucha su propia voz resonándole bien adentro:
“No vas a llorar, Clara”, su propia voz: “No vas a llorar, no”, alzándola y aguantándola para que no tropiece y se caiga. Por los ojos no le sale nada. Por la boca tampoco. Aunque quizás le haría bien decir: “No me gusta estar sola. No estuve sola. No me gusta sufrir. Te borré. No te necesito”.
Mariano clava la vista en los tablones del piso de madera, en la mugre de varios días con sus noches, las manchas de alcohol o de café, los puchos apagados contra el polvo grasiento.
—Yo no quiero que nadie me espere —dice—. No quería.
—Para no sentirte obligado a esperar a nadie —dice Clara—. Por eso.
—Puede ser. No sé. Puede ser —dice Mariano, y dice—: No importa.
Las palmas de las manos de Clara forman un cáliz que le sostiene y le aprieta los músculos de la cara. Esta cara que parecía no cambiada. Si se pudiera, piensa Mariano, ser más fuerte que la pena y el olvido. No quiero empezar otra vez con aquellas guerrillas inútiles: me dijiste, te dije, no fue eso, sí fue, quise decir, no quise, sí quisiste, no. No quiero haberte lastimado nunca. No quiero defenderme. Si se pudiera decirte que en la prisión vos eras la única libertad que ellos no podían arrancarme. Si se pudiera verte todavía la alegría sacándote chispitas por los poros de la piel. ¿Sabes? Si se pudiera. Fue un asesinato. Ya sé. O no. El amor era un dios primitivo, me exigía sacrificios, se había muerto de hambre.
—Sigues sin decirme.
—¿Qué?
—Por qué volviste.
Mariano mira al techo. Decirte: me sentía ladrón. Decirte: estaba usando una libertad que no era mía. Y además, ¿por qué vuelve el animal salvaje a beber del agua de la cañada? Pero no dice nada.
—¿Quieres que te lo diga yo?
—No. No me hagas preguntas. No me gusta que me hagan preguntas.
—Ya lo sé. Te sientes como si te estuvieran mandando. Yo debería saberlo. Todavía vives defendiéndote. Como antes. Antes, también eso me gustaba. Pero yo cambié, Mariano. Yo cambié.

Mariano quisiera besarla o quisiera romperle la cara. En cambio, le dice: “Perdona”. Aprieta el vaso entre los dedos. La mira mirarse las uñas comidas; la mira mirarlo como si él fuera transparente y también quisiera que no hubiera pasado el tiempo y que no hubiera pasado nada. ¿Hasta qué edad se puede creer que la noche es una diosa peleadora y no el resultado de la rotación de la tierra? Enciende un cigarrillo: confirma que sigue mal del pulso. Pide más vino. Podría decir que ha vuelto para hacer algo por su pobre Tierra y por lo que le merece ser salvado; y eso sería verdad. Pero sería solamente una parte chiquita de la verdad.(...)

(...) Ahora yo no sé si vas a poder leer esta carta, pero igual siento como una necesidad de decirte que yo contigo he sido más feliz de lo que los libros dicen que se puede.


Bueno, hasta aquí un fragmento de un capítulo del libro, la verdad es que la historia es bonita, a mí me toca un poco la fibra sensible, para qué negarlo jajajaja. Espero que os guste a vosotros también :)

lunes, 4 de marzo de 2013

Para una persona especial

Disfruta de las pequeñas cosas, porque tal vez un día vuelvas la vida atrás y te des cuenta de que eran cosas grandes
Robert Brault


Hoy es el cumpleaños de una persona que es única en su especie. Es directa, sincera, borde, divertida, atenta, buena consejera y sobre todo, una gran amiga. Y me encanta.



¡¡FELICIDADES!!



Desde que nos conocimos en el instituto, hace ya 7 años, hemos vivido grandes momentos. 

Desde un domingo por la noche, a última hora, pedirle que me mande escaneado el libro de valenciano porque se me ha olvidado en clase (al revés en inglés); como tener que salirse de clase porque no se podía aguantar la risa tras la mirada de ¿asco? del profesor de valenciano hacia mí tras decir flubber en clase justo cuando todo el mundo se ha callado; nuestras malas (por decirlo en plan fino) notas paralelas en Historia y Filosofía en 2º; los... "encontronazos" con compañeros de clase; las conversaciones interminables en clase... (Istar, en serio, cómo aprobamos? jajajajaj). 

También nos hemos ido de viaje: Roma, Florencia, Siena, San Gimignano, Pisa, Londres, Cambridge, Ely, St. Ives... y en algún sitio más que habremos estado juntas! Y los que nos quedan! 
Así que... Gracias. 

Gracias por todo, por ser como eres, por estar ahí siempre. 

viernes, 1 de marzo de 2013

Mi última escapada (Parte 2)

Sólo un iluso lo intentaría. 
La verdad es que siempre he sido un iluso
Big Fish

Ayer estuve viendo la película, cada vez me gusta más. Preciosa. 

Bueno, vuelvo al viaje de 10 días por Europa! Nos quedamos por... el día 29, ¿verdad? 

Día 29: tras dormir en un camping en Génova (ya en Italia), nos cogimos la Priscila y emprendimos de nuevo el viaje. Génova la vimos de pasada por la autovía que por cierto cruza la ciudad en alto (bastante bastante feo...) No entiendo por qué, pudiendo ser una ciudad preciosa, se empeñan en descuidarla. Quisimos hacer una parada, pero el ambiente no era muy... acogedor. 


Así que en su lugar decidimos pasar por Milán. Una vez allí, fuimos directamente a ver Il Duomo, la catedral de Milán. Lo había estudiado en arte como una maravilla y no decepcionó! Eso sí, fue raro ver militares en la puerta... jajajaja.


Con la pulserita que nos permitía hacer fotos! Había que pagar 2 € por ella, menos mal que unos amables españoles nos la dejaron y suerte que tengo la muñeca fina y me cabía!


Una vez visitado Il Duomo, nos pusimos en marcha dirección al Lago di Como. ¡Qué bonito atardecer! Una pasada, pueblos a orillas del río y los Alpes nevados al fondo. De lo que más me gustó del viaje, los paisajes. 



En ese pueblo que veis ahí al fondo, estuve a punto de caerme al agua... Sí, no se me ocurrió otra cosa que comprobar cómo de fría estaba el agua. Por suerte no llegué a comprobarlo, eso sí, mi valiente Leo vino a rescatarme! En fin, que yo sé de alguien que diría: Made in Nurita... jajajajaja


Fijaos si nos gustó, que nos quedamos a dormir en un camping a orillas del lago. ¿Sabéis lo que es levantarse de buena mañana y ver esto?


Día 30: Partimos desde el Lago di Como dirección a Praga. Cruzamos los Alpes Italianos, Suizo, Austriacos y dormimos en Alemania. En este apartado, puede que me pase con las fotos... Pero es que es la parte que más me gustó del viaje, en serio. Y eso que nos hizo mucho frío, -10.5º.

Esta parte del viaje también tuvo sus momentos, como caídas en la nieve, Leo convertido en una oveja blanca y su posterior reuma, más caídas, peleas de bolas de nieve...







La siguiente foto corresponte a St. Moritz, la estación de esquí más famosa de Suiza, aunque sinceramente, me gustó más la de Seefield In Tirol en Austria (la imagen que va después de ésta)



Como ya se estaba haciendo de noche, decidimos llegar hasta casi la frontera entre Alemania y la República Checa. Dormimos en Alemania, pero no llegamos a visitar nada. Aún así, yo Munich ya lo conocía. 

Hasta aquí la segunda parte del viaje. ¡Espero que os gusten las fotos! 

El cuaderno de Maya


Por la misma apertura que entra el amor, se cuela el miedo
El Cuaderno de Maya


Ya me he terminado el libro de El Cuaderno de Maya.


Me ha costado un poco más de tiempo de lo normal terminármelo. El vocabulario y las expresiones son típicas chilenas. Y, por otro lado, que no es que me haya "enganchado" de tal forma que no podía dejarlo ni un segundo (como me ha pasado con otros libros... hay alguien que ha sido testigo de cómo me he terminado la trilogía de Los Juegos del Hambre en una semana...)

El libro cuenta la vida de la joven Maya Vidal, que tras un choque emocional, se hunde en la miseria. Va dando tumbos entre la prostitución, drogas... y se mete en una clase de líos en los que no debería meterse una joven de 20 años, y que acaban en la autodestrucción de sí misma. 

Lo bueno del libro es el mensaje, de cómo Maya acaba entendiéndose a sí misma, aceptando los errores que ha cometido, asumiéndolos y siguiendo adelante. 

Dentro del libro hay varias frases que me han encantado, la primera la que he puesto al principio del post. 

No se puede construir nada firme sobre mentiras y omisiones. Tras esta frase, ella se sincera ante su amado Daniel y le cuenta todo lo que ha hecho, él la acepta con todo. 

Las mejores virtudes florecen con el cariño. Cuando alguien se siente querido, siente que lo aceptan y lo quieren tal y como es, se relaja y el amor empieza a fluir. Explicación de su "Nini" o abuela. 

Sin decencia, uno se desarma, se pierde la humanidad, el alma. Cuando se da cuenta de que se ha hundido, y da el salto para recuperarse, para reconocer sus errores y asumiéndolos, y emprender su viaje de nuevo. 

Bueno no he querido soltar ningún spóiler por si a alguien le da por leerse el libro!